En un paraíso caribeño de pieles jóvenes, tersas y bronceadas, Norma  Ordieres se atreve a echar un vistazo a las otras pieles: las de la gente común. Pieles que no pasan —como en los medios impresos del polo turístico—, por las manos de ese “dios digital” de la computadora, que borra imperfecciones y crea bellezas alternas que no pertenecen a la realidad. Ella observa, enfoca y perpetúa pieles que muestran el paso del tiempo. La artista rompe el paradigma de la belleza epidérmica y se aboca a revelar la otra belleza: la que trasciende el análisis y provoca una emoción estética.

Karinna Maich